sábado, 2 de julio de 2016

la sombra de lilith

3                 LA SOMBRA DE LILITH


Es solo un  cuadro de Miguel Ángel. Una pintura perfecta, que luego  también inmortalizó  John Collier.

Cuenta la leyenda que º“Lilith su primera mujer,  tomó residencia en una cueva en las costas del Mar Rojo, donde ha permanecido hasta estos días y Adán y Eva entraron triunfantes en el Paraíso”.

Se la conoce como la mujer nocturna, con el símbolo del búho, ave depredadora e inteligente.
Hasta hace muy poco tiempo para mi Lilith, era una perfecta desconocida. Pero he pasado largas horas frente a los dos cuadros.
En el exterior se mezclan los azules, ocres, rojos y naranjas, pero aquí en esta oscuridad, como en los momentos más sublimes  del nacimiento y la muerte,  estoy solo, y ella aparece frente a mí con todo su esplendor.
Hay muchas cuevas en la zona., pero la cartografía señala precisamente ésta a orillas del Mar Rojo,  rodeada de todos los demonios, como aparece en el Cuadro de. John Collier. Pero no es un cuadro.
He venido a buscarla  en un viaje romántico, aunque no creía que se pudiera convertir en diabólico.
Lilith, la que fuera primera mujer de Adán, me recibe jubilosa, como si estuviera esperando mi visita, y yo le devuelvo la mirada  entre el éxtasis y el terror.
Está vestida de viento, entre culebras y demonios. ¿Es una pintura o una sombra? ¿Realidad o deseo?
Me da miedo acercarme, por las cuatro bestias que tiene sentadas a sus pies  y quiero enfocarla con mi linterna.
Entonces…desaparece.
Tiene miedo a la luz.
Con la oscuridad se vuelve roja. Quiere moverse hacia mí. Da un primer paso, y yo me vuelvo loco buscando la salida.
Las bestias que la escoltan, se levantan amenazadoras, siguiendo mis movimientos. Los siete brazos del pulpo gigantesco la rodean formando  un arco de triunfo colosal.
Lilith, la musa de las pinturas, al abandonar el paraíso, se ha convertido en la amante de Samael, el ángel caído, - mi rival -, y juntos, seducen a Eva para que engendre a Caín.
Por eso me atrae tanto.
Por eso me aterroriza.
- ¿Y que le pregunto? ¿Por sus virtudes? Guardaría silencio. ¿Por sus vicios? No me dejaría volver a hablar.
Se acerca. La cueva me devuelve el eco profundo de mi grito.
No tengo miedo. Los dos hilos de sudor frío que se escapan por mi frente me traicionan. Todo es oscuridad.
Viene hacia mí como una sombra blanca. Me mira. Quiere acariciarme con sus manos, con sus garras.
¿Puede haber sombras blancas?
El eco vuelve a contestarme.
- ¡Solo! ¡Solo!
 Pero yo no grito.


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